El cerro Alfredo, visible desde Bariloche, es una silueta que atrae la mirada y pone a prueba la resistencia. En esta salida enfrenté paredes que se deshacían bajo mis pies, una falsa cumbre, neveros empinados y calambres. Un relato con lecciones personales y la certeza de que a veces el peligro no está en la montaña, sino en la insistencia de uno mismo.
La ruta
¿Dónde está el cerro Alfredo?
El cerro Alfredo se alza sobre la margen norte del Brazo Huemul del Lago Nahuel Huapi. El arroyo Huemul lo separa de los cerros Centinela y Simone; hacia el este lo acompañan el Saihueque y el Alto Bonito.
Desde Bariloche, es uno de los cerros más altos que se ven mirando al norte. La mirada suele recorrer el cordón del Cuyín Manzano y, en mi caso, se pierden en los filos y cumbres del cerro Alfredo.
En los preparativos previos, calculaba unos 13 kilómetros de recorrido hasta la cumbre y un desnivel de 1200 metros. El primer desafío era atravesar la propiedad privada que está a sus pies.
Llegué cerca de las 8 de la mañana al puente sobre el río Huemul y estacioné en la entrada al sendero del cerro Centinela.
Aviso importante: Lo que sigue es un relato personal de mi experiencia en la montaña. No es una guía ni una invitación a repetir el recorrido.
El itinerario mencionado no corresponde a senderos habilitados por la Administración de Parques Nacionales. Acceder a él implica riesgos, y cada persona es responsable de informarse sobre los circuitos autorizados, la dificultad y la experiencia requerida antes de cualquier salida.
El primer error del día
Caminé el río buscando un paso, pero el alambrado parecía infinito. Decidí hacer lo correcto: volver a la ruta y pedir permiso en la entrada de la propiedad.
Accedí al ingreso de un emprendimiento turístico sobre la ruta 40 y desde el portón saludé a una persona a unos 50 metros.
Luego de tomarme los datos del DNI, me pasaron una frecuencia para mantenernos en contacto con la radio VHF ante una emergencia. Además, me acercaron en camioneta hasta el pie del cerro. ¿Qué tal?
Tenía varios tracks cargados en el celular. La mayoría subían por el filo que inicia al sur del cerro. Sólo uno de los tracks empezaba por el filo oeste. Por ahí mismo empecé la subida.
Sin perder tiempo dejé el camino vehicular para meterme en el interior del bosque. Muy cerrado por momentos, luchaba entre la vegetación más baja hasta encontrar un claro donde montarme al filo.
Enseguida me sentí incómodo, había algo raro en esta ruta.
Distinguí varios caminos de animales que usé para mi aproximación al filo principal del cerro Alfredo.
Reconozco que después de varias caminatas, la vista se va entrenando y resulta casi fácil distinguir la huella que se va armando con el paso de animales.
El espacio a mi alrededor se hacía cada vez más angosto. Cuando salí del bosque cerrado el paisaje se abrió hacia el norte y apareció el valle del arroyo Huemul y hacia el sur el filo que debí haber tomado al principio.
Digo debí porque estaba a punto de averiguar que no estaba en el mejor rumbo.
La subida que estaba haciendo seguía haciéndose cada vez más estrecha y terminaba en una pared que se unía al filo correcto.
Entrecerré los ojos sospechando que se venía un problema. Revisé el track y no había dudas de que estaba siguiéndolo bien.
La pared que se deshace
Empecé a trepar en la piedra y enseguida noté como se desgranaba bajo mis pisadas o al intentar asirme en alguna saliente me quedaba con trozos en la mano.
El segundo gran error del día fue creer que podría subir por ese lugar. Por que, mirando la pared desde abajo, encontraba recorridos en la roca, pero cada paso me acercaba a una etapa cada vez más difícil.
Nada me daba seguridad y me encontré apoyado y haciendo equilibrio en un lugar sin mucho margen de movimiento. Otra vez la pregunta en la cabeza, ¿qué estoy haciendo acá? ¿Qué necesidad de meterme aquí?
Aproveché un punto seguro para sacar de la mochila el casco y guardar la cámara. No era momento de filmar nada. La boca ya estaba seca de los nervios y las piedritas crujían bajo las botas.
Noté que tengo facilidad para moverme con la pared del lado derecho del cuerpo pero me era muy difícil recorrer el mismo tramo con la pared a la izquierda.
Algunos tramos más arriba (sí, seguía subiendo porque no podía ni girar para emprender una bajada) encontré una canaleta entre dos paredes que bajaba en diagonal a un pedrero.
Ni lo dudé. Bajé apoyando la espalda y presionando con las piernas para darme soporte hasta suelo firme.
Tomé agua, respiré y agradecí.
Por fin, en el camino correcto
Me quedaba subir por un cauce de deshielo con mucha pendiente. Apoyaba los dos bastones y subía entre resbalones con las piedras sueltas. Cada tanto alguna piedra más grande empezaba a rodar y terminaba en estruendos más abajo.
La trepada por el acarreo hasta el filo fue intensa pero no se compara con tener la espalda al vacío, sin más seguridad que la esperanza de que todo va a salir bien.
Desde el filo principal del cerro apareció la vista al Nahuel Huapi, el Tronador y la cumbre. O al menos es lo que creí en ese momento.
Sólo me quedaba seguir caminando hasta la punta más alta al otro extremo del filo. Aparecieron algunos manchones de nieve que junto a las pendientes de las laderas me obligaban a esquivarlos y mantenerme bien alto.
En algún momento intenté cortar el camino por la nieve, pero la pendiente era muy pronunciada para arriesgar algún paso sobre el nevero.
El viento también se hizo presente y el día se nubló.
La falsa cumbre del cerro Alfredo
Finalmente, cerca de las 3 de la tarde, llegué a la cumbre donde estaba la latita roja del CAB.
Me sorprendió el precipicio que hay en la cumbre. Deben ser unos 50 metros casi verticales que caen del lado sur del cerro.
Me costó abrir la lata roja. Lo intenté con una piedrita afilada pero se deshacía igual que lo había hecho la pared unos momentos antes. Dentro de la lata había un paquete hermético de Maní King con un par de libretas pasadas de humedad y una birome.
Anoté “Janis estuvo aquí – 18/10/25” en las dos libretas. Levanté la vista y noté la otra cumbre del cerro. ¿Por qué la lata con el libro de cumbre estaba aquí si la cumbre real está allá?
Consulté el track en el celular y si bien la mayoría de los recorridos concluían aquí, la cumbre se marcaba allá. Definitivamente esta no era la cumbre. Estaba en el siguiente pico, 30 o 40 minutos más al este.
Sí, dudé un poco. El cerro Alfredo había sido, hasta allí, súper intenso. Empecé a estimar la energía que me quedaba. Pero, sobre todo, me daba desconfianza las decisiones que me esperaban más adelante.
Sentía que una parte de mí era la que elegía el camino y avanzaba ciega y testaruda, mientras la otra, desconfiada, observaba cada paso con temor y le gritaba: ¿¡Qué estás haciendo?!
El camino final a la cumbre
Bajé un poco desde la cumbre y encaré un acarreo hacia el este con una trepada final de nuevo hacia el filo y desde ahí, en pocos pasos llegué al punto más alto del cerro. Ahora sí, la cumbre del Cerro Alfredo a 2030msnm
Descansé, comí, tomé agua y saqué mil fotos.
Reconocí el Sayhueque que habíamos visitado hace casi un año atrás. Adivinaba el cerro Cuyín Manzano hacia el norte y el Dormilón hacia el sudoeste. Hacia el sur, los más familiares, desde el Ventana, Catedral con sus picos D’Agostini y Sur, el cerro López y justo atrás el cerro Bonete. El perfil inconfundible del cerro Capilla y más atrás el Tronador.
Me extendí más allá de las 16hs en un almuerzo con pizza fría con la cara al oeste, frente al viento.
Ahí la vista me pareció la más hermosa. Un manchón de nieve dibujaba sus líneas por el filo hacia la otra cumbre que terminaba en una flecha hacia el cielo, con un valle hacia abajo y el Tronador de fondo.
Antes de bajar me acerqué a una cornisa para una mirada hacia el mallín de los caballos.
El descenso y sus trampas
Empecé a bajar, pero otra vez me equivoqué de acarreo. Tuve que remontar 20 metros de arena y ahí aparecieron los primeros calambres.
El ascenso por ese acarreo fue una pelea entre bastones, arena y un aire que no alcanzaba a llenar los pulmones. Cuando retomé la huella correcta, el Alfredo todavía tenía desafíos guardados: me metí en los neveros que antes había esquivado.
Apoyado en los bastones, tallaba escalones en la nieve a fuerza de patadas, avanzando lento, con las piernas al límite.
Miré hacia abajo: más de cincuenta metros de un tobogán helado que terminaba en arena y rocas. Faltaban cinco metros y la paciencia era lo único que podía sostenerme. Pasos cortos, firmes, sin dejar que el cansancio ni los calambres me ganaran.

Al levantar la vista, el paisaje contrastaba con la situación: el lago celeste, el Tronador de fondo y mi cuerpo colgando de un escalón, sostenido solo por la terquedad.
Llegué a un punto seguro y me dejé caer a descansar. El agua casi se había terminado, y apenas había bajado de la cumbre.
Avisé por VHF que venía atrasado. También por celular a Romi en casa. Y seguí bajando, frenando cada vez que un pinchazo avisaba otro calambre.
El horizonte se pintaba de violeta con el atardecer. Sabía que debía ganarle a la noche en el bosque.
Agradecer y aprender
Entré al bosque rápido, haciendo ruido para espantar jabalíes. Me guiaron los senderos de animales y la app del celular.
Con el cielo ya oscuro llegué al inicio de la propiedad. Agradecí a quienes me habían recibido y, a las 20:30, estaba en el auto sacándome las botas.
El Cerro Alfredo es intenso, filoso. No me enseñó que la montaña es peligrosa: me enseñó que mi insistencia puede serlo más.
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Ficha de contexto
Mapa e itinerario que yo usé
- Consulté mapas en apps como Gaia GPS.
- Llevé varios tracks como el de Luca
- Grabé un track personal en Wikiloc.
Tramos que hice en mi salida
- En auto: Bariloche – Estacionamiento del sendero al cerro Centinela
- A pie:- Estacionamiento – Filo – 4 horas
- Filo a falsa cumbre – 2 horas
- Falsa cumbre a cumbre – 30 minutos
- Descenso – 4 horas
 
Los tiempos son los que a mí me llevó (grabando también los videos), pueden variar muchísimo según ritmo, condiciones y experiencia.
Equipo que llevé
- Calzado de trekking con buen agarre.
- Bastones.
- Ropa de abrigo en capas.
- Lentes y protector solar.
- Agua (2,5 lts. en mi caso) y comida para todo el día.
Aspectos que me marcaron el recorrido
- Fuentes de agua: no encontré en el sendero principal → cargué desde el inicio.
- Sombra/reparo: solo en el bosque inicial, después todo exposición.
- Riesgos: pendiente fuerte, piedra suelta, nieve dura o blanda según la orientación y la hora del día.
Consejo personal
- Subir por el filo del sur
- Cuidado en la falsa cumbre con el precipicio


















