El Refugio Viejo del Tronador forma parte del andinismo patagónico desde las primeras décadas del siglo XX. En aquellos años, la mayoría de las ascensiones se hacían desde el lado chileno, cruzando por el mallín Chileno y el paso de los Vuriloches.
Recién en 1938 se inauguró del lado argentino una pequeña construcción destinada a dar apoyo a quienes buscaban alcanzar las cumbres del Tronador o moverse entre los glaciares Frías, Alerce y Manso.
El lugar nunca fue fácil: llegar demandaba largas horas de caminata, trámites migratorios y cargar absolutamente todo—comida, equipo y hasta la leña. Aun así, se instaló la costumbre de dejar el refugio limpio, abastecido y con algo de leña cortada para quien pudiera necesitarlo. También había tachos metálicos donde se guardaban alimentos no perecederos, evitando que los roedores arruinaran lo poco que había.
Durante años, el Club Andino Bariloche administró el refugio y entregaba la llave a los visitantes, que por entonces eran pocos y con hábitos muy distintos a los actuales. Con el tiempo quedó claro que el acceso era demasiado largo, el mantenimiento complejo y la infraestructura mínima. Por eso, hacia fines de los años 60 se decidió construir un nuevo refugio más accesible: el actual Meiling, ubicado íntegramente en territorio argentino, cerca de Pampa Linda.
Hoy el Refugio Viejo sigue en pie, pequeño y silencioso, un testimonio de otra época del montañismo en el Tronador.
Resumen de la historia del refugio Viejo Tronador del libro Las Montañas de Bariloche, de Toncek Arko
Salí de Pampa Linda un sábado 6 de diciembre, cerca de las diez. Era el inicio de un fin de semana largo y se notaba: el estacionamiento estaba lleno de grupos que se repartían entre los distintos senderos del Tronador.
Un rato antes había parado en el destacamento de Gendarmería para el primer trámite de la salida. Ahí me contaron que el refugio viejo del cerro Tronador había abierto hacía pocos días y que solo un grupo de chicas había subido la jornada anterior.
Venía decidido a moverme sin apuro. Sabía que me esperaba un día largo, pero no tenía motivos para correr. El clima ayudaba y la mayoría de la gente estaba rumbo a otros senderos, así que imaginaba un ascenso tranquilo.
Mientras ajustaba la mochila miraba el ir y venir de autos, voces, bastones, mochilas cargadas. Ese movimiento siempre marca el contraste con lo que viene después: el silencio del bosque.
Saltillo de las Nalcas
Dejé el auto cerrado y caminé unos metros por la ruta 81 hacia el Ventisquero Negro. Pasé por la hostería Pampa Linda y tomé la entrada al estacionamiento del Saltillo de las Nalcas.
Hice el desvío hasta la cascada aprovechando que no había nadie. Es un paseo mínimo, diez minutos sin pendientes. Después volví sobre mis pasos y ahora sí, arranqué el sendero hacia el refugio viejo.
Los primeros metros avanzan entre barro, charcos y restos de estructuras viejas del parque: puentes de madera caídos a un costado, tablones tirados para cruzar zonas húmedas.
Pisaba con cuidado sobre las maderas mientras los bastones se hundían en el barro. El bosque, todavía cerrado, alternaba cañas colihue con lengas bajas. Cada tanto, a mi derecha aparecía el arroyo Cauquenes.
Más adelante aparecieron los primeros coihues altos, aunque el sendero seguía angosto; muchas veces tenía que encoger los brazos para pasar entre ramas o cañas.
Hacia el Paso Vuriloche
Llegué al primer vadeo del arroyo Cauquenes y lo usé como excusa para un descanso mientras esperaba que se sequen los pies. Desde ahí empieza una subida sostenida, interrumpida por pequeños descensos para cruzar arroyos.
El bosque se abre recién cerca del Paso Vuriloche, donde las lengas son más bajas y entra más luz.
En ese punto aparecen las señales que indican el rumbo al control de Carabineros y el ingreso a Chile.
El descenso hacia el Mallín Chileno me resultó contradictorio: agradezco el alivio en las piernas, pero lamento perder la altura ganada. De todas formas, no quedaba otra.
Al final de la bajada el sendero bordea el mallín dentro del bosque. Entre los claros aparecía el humedal completo, amplio y silencioso, con el filo del Tronador cerrando el horizonte.
Salí del bosque, crucé el mallín por un puentecito y algunas maderas. Un rato después llegué al puesto de Carabineros de Chile. El tramo desde Pampa Linda me había llevado alrededor de cuatro horas.
Ahí me recibió un carabinero, me pidió el DNI y los papeles de Gendarmería, y se quedaría con la documentación hasta mi regreso.
Aproveché para almorzar a la sombra del área de acampe. Muchos dividen la subida en dos días y duermen acá: es una buena opción si se quiere encarar la subida final con calma.
Rumbo al refugio viejo del Tronador
A las tres de la tarde inicié la subida por el bosque. Los tábanos ya estaban molestando más de la cuenta. El sendero trepa de manera franca, a veces cerrado, pero siempre se agradece la sombra en un día tan caluroso.
Apareció la primera vista hacia el este: el valle de Pampa Linda allá lejos, con el Bonete y Punta Negra recortando el celeste.
Quedaba un último escalón para dejar atrás la línea de vegetación. Al salir del bosque me recibió el sol a pleno y una brisa fresca que cada tanto espantaba a los tábanos. Al fondo, la cumbre blanca del cerro Tronador; bajo los pies, las rocas volcánicas en tonos grises y rojizos.
Después de un tramo inclinado con piedritas sueltas entré en una ladera húmeda, verde y con pendiente hacia la izquierda. Varios arroyitos bajaban entre el pasto.
Hacia el oeste se abría el valle del río Blanco rumbo a Chile. En el horizonte aparecía el Osorno. Más arriba, solo el Tronador ocupaba el cielo.
Atrás quedaba el mallín; adelante, un paisaje casi lunar: planchones de roca pulida y grandes bloques volcánicos desparramados.
Después de atravesar la “ventana” quedaba el último tramo. Aparecieron los primeros manchones de nieve, y en el filo, todavía lejos, distinguí la forma del refugio viejo.
A casi nueve horas de haber salido de Pampa Linda, llegué.
Vivac cerca del filo
Era tarde y el cansancio me iba apagando rápido. Elegí un espacio para hacer el vivac pero había otras personas alrededor que fueron llegando. Así que salí a recorrer el lugar hasta encontrar otro lugar un poco más alejado de la gente.
Quería luz hasta último momento. Cené temprano y me metí en la bolsa. El cielo estaba limpio y no tardé en quedarme dormido. Cerca de las tres me despertó la luz de la luna iluminando los glaciares del Tronador.
Subida hasta el filo y el pie del Internacional
A la mañana, después del desayuno, subí unos metros más. Dejé la mochila en un rincón de piedras que me había servido para el vivac y seguí solo con bastones y cámara.
Aparecieron las primeras vistas del Glaciar Blanco, o lo que queda. Tenía vistas al Pico Chileno y el Internacional estaba muy encima. También escuché los primeros truenos del hielo: ese sonido seco y grave que marca que algo se acomoda en el glaciar.
Volví hacia el refugio bajando por la nieve a grandes zancadas. Solamente tomé agua y bajé entusiasmado hacia el extremo del filo, donde se abre la vista hacia el Ventisquero Negro, Pampa Linda y el Mascardi.
Hacia el norte, las vistas a las cumbres de siempre: desde el Cerro López, el Cerro Negro, Cristales, Bonete, Punta Negra. Un poco más cerca de Ilón, el Mar de Piedras y el cerro del Viento.
Desde una caída de agua encontré un paso que me dejó ver el glaciar Manso casi de frente. El hielo colgaba sobre un anfiteatro de roca lisa, llena de cascadas finas. Me quedé un buen rato viendo pequeños desprendimientos. Nunca coincidieron con la cámara prendida.
En algún momento me di cuenta que estaba en un lugar algo escondido, muy alejado del refugio. No había llevado conmigo ni la radio VHF ni le había avisado a alguien adónde había ido. Alrededor mío, el paisaje era tan gigante y abrumador que temí quedar hipnotizado y que una parte de mí prefiera quedarse eternamente ahí.
Volví con cuidado, agradeciendo la oportunidad de ver ese lugar, y regresé al refugio en busca de la mochila.
El descenso a Pampa Linda
Descansé un rato y cerca de la una encaré la bajada. Tal vez fueron los tábanos, tal vez las ganas de llegar, pero hice en dos horas el tramo hasta Carabineros y en tres la vuelta completa a Pampa Linda.
Guía práctica del sendero al refugio viejo del cerro Tronador
Información general
- Nombre del sendero: Refugio viejo del cerro Tronador
- Ubicación: Pampa Linda, Parque Nacional Nahuel Huapi
- Dificultad: Difícil
- Distancia y desnivel: 17 kilómetros desde Pampa Linda
- Tiempo estimado: 7–10 h de subida, 4–6 h de bajada
- Tipo de sendero: Ida y vuelta
- Época recomendada: Final de primavera a inicios de otoño, según nieve
Mapa e itinerario
- Se recomienda llevar mapa offline en Maps.Me, Gaia GPS, Wikiloc o la App GPS que más te guste
- Tramos principales:
- Pampa Linda – Saltillo de las Nalcas
- Saltillo – Vadeo del Cauquenes
- Cauquenes – Paso Vuriloche
- Descenso al Mallín Chileno
- Puesto de Carabineros – Ascenso por el bosque – línea de vegetación
- Ventana – Filo – Refugio viejo
Equipo necesario
- Calzado impermeable con buena tracción
- Hay varios vadeos y tránsito sobre humedales o nieve
- Bastones
- Abrigo para viento y capas térmicas
- Campera impermeable
- Gorro, protector solar
- Guantes livianos
- Polainas si hay nieve
- Linterna frontal
- Bolsa de dormir y aislante para vivac
- Radio VHF recomendada en zonas altas
Puntos clave y consejos
- Agua: hay varios arroyos desde el bosque hacia arriba. En la zona del refugio hay lugares con nieve derritiéndose. Puede ser conveniente subir con una botella grande cargada con agua de algún arroyo después de la ventana
- Sombra: buena parte del ascenso inicial es bajo bosque. En el filo no hay reparo.
- Advertencias: tábanos en verano, tramos de barro, zonas con piedra suelta y exposición a viento.
- Sobre el refugio: hay espacio para unas 6-10 personas. Afuera hay espacios para vivac o carpas.
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Cada vez mejor el blog, que lugar increíble.
¿¿Para tener una referencia, a q hora empezaste el sendero desde el estacionamiento del Saltillo??
Gracias
Hola, calculo que 10.30 como mucho
Muchas gracias por todo este detallado y prolijo informe. Muy esclarecedor. Ojalá en el próximo otoño pueda hacerlo, por lo menos hasta gendarmes. Abrazo agradecido!