¿Por qué estás yendo?
Me preguntó mi esposa (medio riéndose) mientras me llevaba en auto al comienzo del sendero.
La pregunta (con la mejor intención) tenía que ver con mi estado de ánimo. Es que cuando salgo a caminar por senderos poco transitados, empiezo el día nervioso y ansioso.
En realidad, ya estoy intranquilo desde la noche anterior, mientras preparo la mochila. Sobre todo en caminatas en solitario, aparecen las dudas normales entre lo que incluyo y lo que decido dejar afuera.
Para mí, esta caminata en particular tiene una carga emocional muy importante. ¿Será emocional la palabra correcta? Por ahora la voy a dejar.
Lo que viví en la primera caminata al refugio Velco ya está en su propio posteo. O al menos lo más relevante.
De lo que estoy seguro es que se trata de un lugar donde encontré un límite. No voy a ir al extremo de decirte que casi muero (no es tan extrema la cosa) pero sí estuve en una situación difícil, donde no había estado antes.
Ojo, todo por pura irresponsabilidad mía.
Desde aquella vez, cada vez que miro un mapa de la zona, mis ojos se van hacia el valle del Torrontegui y recorren el filo del 2 de Pontoneros, el Confluencia y bajan al valle del Ñirihuau.
Pero, ¿por qué estaba yendo de nuevo?
En realidad estaba buscando una sensación. ¿No es eso lo que nos lleva a estos lugares?
Esta vez, puedo decirte que estuve ahí pero encontré sensaciones totalmente distintas de las que me había imaginado.
Los clips del video que hice aquella vez (en agosto de 2021) los guardé sin editar. Intenté llegar al refugio Velco de nuevo en octubre de 2021 a través del cerro Capón. Pero una vez en la cumbre, me di cuenta que no iba a poder continuar.
Así que para esta altura, tengo dos videos esperando en fila poder cerrar la historia.
La aventura de ir
Esta vez, el pronóstico tampoco era el ideal. ¿Pero cuándo lo es?
A diferencia de la vez anterior, llegué temprano al inicio del sendero (donde la ruta 40 pasa encima del arroyo Torrontegui) y directamente seguí la ruta correcta. Pero, aún así, hubo sectores que me generaron muchas dudas.
El sendero: poco visible
Es evidente la falta de mantenimiento. Y sumado al poco tránsito de personas, a pesar de estar pisando el sendero correcto, por momentos tuve que abrirme paso entre la vegetación espesa y sortear troncos caídos por abajo y por arriba.
Por eso me parece importante llevar el track en el celular y consultar el rumbo en cuanto aparecen las dudas.
Al principio, hasta que se deja atrás el bosque de cipreses, el sendero es claro y bien marcado. Pero después la vegetación lo tapa y más arriba, en el bosque de lengas, ya es más difícil de distinguir.
Cuando la pendiente se hace más intensa es donde se encuentran los últimos bosquecitos de lengas entre claros con vegetación de estepa. En esos claros aparecen sobre todo los abrojos.
Sin un sendero evidente, preferí avanzar en zigzags. Así, cada tanto se lo descubre de nuevo, hasta que se vuelve a perder.
Tábanos y abrojos
Por si los desafíos fueran pocos, esta época cerca de diciembre, está signada por la aparición de los primeros tábanos. Así que imaginate la situación y ponete en mi lugar. Subiendo por una pendiente importante, sin sendero marcado, abrojos, calor y tábanos.
En poco tiempo la cabeza empieza a jugar en contra.
¡Ah! Una más: hay que subir cuidando el agua.
Es que no hay nada. Desde que dejás el Torrontegui junto a la ruta hasta que llegas a la laguna Hosseus. Yo te avisé.
Hacia el oeste, gracias a toda la pendiente, aparecen rápido las primeras vistas al lago Gutiérrez y el cerro Catedral. A la mañana temprano en un día de poco viento parece una postal.
Sí, sí, todo muy lindo, ¿pero viste que te dije que el pronóstico no era el ideal?
Al momento de dejar la línea de vegetación empezaron a aparecer las primeras ráfagas que Windguru me había anticipado.
- Lo bueno: desaparecieron los tábanos.
- Lo malo: toda la transpiración que junté en la remera en las primeras horas hizo que tuviera que abrigarme enseguida.
Visitando el 2 de Pontoneros
Apenas salí del bosque de lengas apareció una pirca. Sirve sobre todo para marcar la ruta en el sentido inverso, cuando venís bajando del cerro y así poder seguir hacia abajo por el camino correcto. Por eso aproveché a reconstruirla: para que apareciera bien clara, al regreso del día siguiente.
De todas formas, desde ese punto en adelante varias pircas señalan el rumbo a una de las cumbres del cerro 2 de Pontoneros. Intenté encontrar referencias para el origen del nombre del cerro, sin suerte.
Entre piedras de distinto tamaño, la ruta tiene en esta época la decoración constante de flores de montaña. Sólo hay que bajar la vista y esquivarlas con los pasos.
Ya en el filo, el viento se hizo más intenso. Ahí arriba, la soledad y el viento conjugan esa sensación de desamparo que me toca enfrentar en cada oportunidad. No digo vencer porque por ahora viene ganando, pero al menos trato de distraerme.
Para eso, como ya no hay nada más que escuchar que las ráfagas de viento, elijo ponerme auriculares y cambiar el humor con algo de música. Con el volumen suficiente como para seguir al tanto del entorno, claro.
Las vistas desde ahí arriba ahora se extendían desde el Nahuel Huapi al Tronador, desde el Ventana a la cadena que une el cerro Capón con el cerro Lago.
Desde aquel filo más cercano a la cumbre de Pontoneros, lo único que hay que hacer es apuntar al col que hay entre el cerro Confluencia y el cerro Lago.
Para eso, no es realmente necesario subirse a las cumbres y alcanzaría con rodearlas por abajo.
Cerro Confluencia
Aún así, yendo hacia el refugio Velco, me pareció más sencillo subir un poco hacia el Confluencia. ¿Por qué?
El tránsito por esos filos es muy amable. La mayoría son chatos o muy suaves en las pendientes de uno a otro.
A pesar del esfuerzo en la subida, las pisadas son más firmes por el filo que hacerlas rodeándolo por el pedrero inestable de abajo.
En cambio, en el sentido contrario (volviendo del Velco) la subida al Confluencia es más agresiva y ahí sí, se justifica avanzar con cuidado por el borde pedregoso, sin subir el cerro.
No sé si empujado por el viento o por Van Halen, no llegué a la cumbre de 2140 msnm del Confluencia, pero casi. Al llegar al filo con vistas al este me sorprendí muy cerca de la cumbre que estaba un poco por detrás.
El valle entre Confluencia y Lago
Desde allí, sólo me quedó empezar el descenso pronunciado hacia el vallecito que lo separa del cerro Lago.
Todavía quedaban manchones de nieve que se derretían en arroyitos y lagunitas fluyendo hacia el este. Son los que terminan siendo afluentes del río Ñirihuau.
También siguiendo algunas pircas, dejé el vallecito y empecé a subir hacia el encuentro con la laguna Hosseus.
Laguna Hosseus
Primera vez que la veía en persona; la vez anterior estaba congelada y la pasé de costado, más apurado por llegar al Velco que en conocer la laguna.
A esta altura estaba ansioso por encontrar la canaleta de descenso hacia el valle. En agosto del año pasado la encontré llena de nieve y significó bajarla deslizándome en culipatín.
Bajando al refugio Velco
Ahora estaba con menos nieve. No en su totalidad pero lo suficiente para complicarme la bajada.
Acorté el bastón de trekking para simular una piqueta y empecé a bajar con pasos cortitos, formando los escalones en la nieve con patadas al suelo.
Algo falló
En algún momento algo falló.
Empecé a deslizarme sin freno y no tuve otra que girar sobre mi cuerpo y clavar con las dos manos el bastón en la nieve para frenar el deslizamiento.
Justo a tiempo, uno de los pies tocó un tramo de roca y la zapatilla se empapó con el agua que bajaba debajo de la capa de nieve.
En ese movimiento rompí una de las patas del trípode que me había acompañado desde hace más de un año. Un fierro.
Entré al bosque del valle y seguí el sendero poco marcado hasta el vivac.
El vivac refugio Velco
Esa casita de maderas negras y detalles rojos seguía allí desde la última vez que me sirvió de refugio. Ahora, la noté un poco más abandonada.
Toda la zona del Ñirihuau está la mayor parte del año cerrada por el Parque Nacional Nahuel Huapi a raíz de la caza control del ciervo colorado. Haciendo cuentas, sólo está habilitada para caminatas unos 4 meses, desde diciembre a marzo.
Entiendo que es un tema complejo, pero tanto los senderos como el refugio Velco están cada vez más abandonados y algo de la historia de la montaña en Bariloche está quedando ahí, cada vez más cubierta por los años.
Abrí la puerta del refugio Velco y esperando que se ventile me saqué la mochila y recorrí alrededor como redescubriendo el espacio.
Esta vez no haría falta encender la salamandra a cualquier costo. Es que no tiene conectado el tiraje (el caño que hace de chimenea hacia afuera).
Encontré que la mesa estaba siendo usada ahora como una especie de cucheta. Podría acomodarme en el entretecho bajito para dormir con una ventanita en la cabecera.
Más viento
El viento seguía soplando por arriba del valle. Las copas de los árboles se movían con fuerza y rechinaban alrededor del refugio. El cielo se puso más gris, más pesado.
Ahí es cuando ese valle profundo se siente más como un pozo y menos como un paseo. Es que al día siguiente debería emerger nuevamente hacia la zona de la laguna, volviendo el mismo sendero pero con algo de lluvia y mucho más viento.
No sé porqué, pero cerré las cortinitas de cuadros blancos y rojos antes de dormir. Cerré la puerta y después de una cena caliente dormí sin sobresaltos ni frío en ese entretecho.
La aventura de volver
A la mañana me desperté a las 7hs. y a las 8.20hs. ya estaba en movimiento subiendo hacia la laguna Hosseus de regreso.
Antes de subir la canaleta tuve que vadear descalzo el arroyo que forma el valle. Con el caudal de esta época y sin un paso por troncos o piedras, no queda otra que caminarlo. Pero para no llevar los pies mojados durante todo el día, preferí cruzarlo descalzo. Helado y despacio, cuidando cada paso.
Un zorro plateado
Subiendo la canaleta tuve un momento de observación mutua con un zorrito algo plateado que me miraba entre las lengas, bien arriba. En cuanto intenté un movimiento de más, desapareció como fluyendo entre las ramitas.
Sí, más viento y lluvia
El resto del día lo pasé enfrentando el viento que se hacía más furioso a medida que subía. Por momentos llovía o las nubes me rodeaban completamente. Me faltó levantar el puño y maldecir al cielo cual teniente Dan en Forest Gump.
¡Es esto todo lo que tienes!
Cada tanto encontraba refugio detrás de alguna roca.
A diferencia de agosto del año anterior, estaba de buen humor, con energía y conociendo el camino. El rumbo, en realidad.
Así que a pesar de estar solo y rodeado del peor clima que podía imaginar caminé tranquilo y disfrutando las panorámicas de cumbres cubiertas de nubes y los embates de las ráfagas.
A pocas horas de terminar el recorrido terminó abriéndose el cielo y apareciendo el sol. Como si todo hubiese sido una prueba más y el Velco se despidiera con una broma hasta la próxima.
A ver qué me tiene preparado para la próxima.
La ruta
Este es el track de regreso desde el vivac Velco hasta la ruta 40. El track que usé para ir y volver no lo hice yo y lo bajé de wikiloc.
Mínimo, son 6 horas de caminata constante durante 13 kilómetros, pero con una pendiente y dificultad interesante. Todo el recorrido es variado y exigente.