Subirse al caballo
Apenas había transcurrido una semana. El domingo anterior, en una salida grupal, tuvimos un accidente que nos dejó a todos marcados. Alguno más que otro, claro.
Debería escribir algo al respecto. Antes de que las imágenes se mezclen demasiado.
A ver, no voy a dramatizar. No pasamos por un evento traumatizante, no exageremos.
Pero en la cabeza todavía tenía algunos flashes. Piedras rodando, deslizamientos en la nieve, gritos y sobre todo, darme cuenta de que hay situaciones de las que no se sale sólo. Sólo hace falta un pequeño descuido.
Seguía incómodo, pero sabía que tenía que volver a salir y no quedarme mucho tiempo con esas sensaciones.
Así que busqué un sendero tranquilo y conocido pero con alguna variante nueva.
No podía haberle errado tanto a la estimación del Cerro Marino.
Ya lo mencioné muchas veces, pero si alguna vez caminaste a Laguna Negra lo podés reconocer muy fácil. El cerro Marino es el cerro que se rodea por abajo, llegando desde Rancho Manolo hacia el caracol. El Marino está al norte y mirándolo desde el arroyo tiene unas aristas súper verticales que impresionan.
Este es un relato de mi experiencia. No lo tomes como una guía o recomendación para llegar al lugar. Este sendero no figura habilitado por parte de Parques Nacionales y lo recorrí bajo mi responsabilidad
Cómo es la ruta al Cerro Marino
La pendiente inicial es intensa sobre terreno muy inestable. Y el tránsito sobre el filo hacia la cumbre, al este del cerro, es expuesta con varios pasos algo arriesgados.
Desprenderse del Caracol
Desde una de las últimas curvas en el caracol a Laguna Negra, tomé el pedrero que sube al col entre el propio Cerro Marino y el cerro Manolo.
Esta vez saqué a tiempo el casco. Lo había comprado hacía varios meses y hasta ahora sólo lo había llevado de paseo en la mochila.
Ya desde ese lugar tuve una muestra del terreno que tendría el resto de la subida al cerro.
Dos pasos arriba y medio abajo.
El bastón de trekking resultó imprescindible.
Collado
El arribo al collado me abrió la vista al profundo valle que hay hacia el cerro López. Enseguida, reconocí el Dedo, junto a la torre Finó en el cerro López y luego adiviné el pico Magnat.
Ahora, habiendo hecho pie en el col, me quedaba la subida final al filo del cerro Marino.
El terreno seguía siendo muy precario. Subí con mucho trabajo siguiendo las canaletas de deshielo, formadas por piedras muy inseguras entre rocas más firmes.
Las vistas hacia atrás mostraban algunas caídas estrepitosas hacia el valle del Goye. Apenas un paso ocasionaba un desmoronamiento de rocas hacia abajo.
De hecho, un sólo paso mío desencadenó un serie de caídas de rocas, que terminó con una piedra enorme, perdiéndose ruidosamente en un acantilado hacia el sur.
Y por un instante, todo fue silencio.
Sólo podía escuchar esa roca cayendo en golpes densos y pesados contra el suelo. Y mi corazón en el cuello. Rogando internamente que esa piedra no llegue al caracol.
Dejé de verla pero sabía que seguía cayendo.
En este panorama de lucha con el suelo y la pendiente, cada pirca que aparecía la tomaba como un hito, un punto seguro desde dónde podía evaluar el siguiente paso.
Poco a poco, el filo se hacía más cercano y los pasos resultaban más firmes. Al volver la vista ya aparecía el refugio Italia, la laguna y sobre todo, el Tronador, asomando detrás de los cerros Negro y Gordo.
Me parece que la cumbre está más lejos
Ahora me quedaba el tránsito hacia la cumbre, siguiendo uno de los filos más verticales que me tocó transitar. Tan vertical resultaba, que desde ahí arriba reconocí el techo de una carpa, que horas atrás, había pasado en Rancho Manolo.
En este punto me complicaron la travesía algunos neveros. Es que de un lado del filo, hacia el norte, la pendiente era prácticamente vertical y del otro, hacia el sur, las últimas muestras de un invierno con mucha nieve en las cumbres me bloqueaba el tránsito.
Sin muchas alternativas estuve dudando algunos minutos, evaluando la ruta más segura y a la vez la que tenga menos desnivel.
En esa duda, podía escuchar de nuevo las aspas del helicóptero del domingo anterior. Quizás aquel evento me llevó a ser mucho más cuidadoso en el cerro Marino. Quizás, incluso, llegó a evitarme otro accidente.
Encontré un paso entre la nieve y la roca, en una especie de cañadón blanco y helado. El ruido del helicóptero empezó a alejarse.
Cumbre del cerro Marino
En otro lugar no tuve más remedio que bajar bastante y luego recuperar altura para llegar finalmente a la cumbre de 1815 m.
Estuve mucho tiempo en la cumbre almorzando y sacando fotos. Recorriendo con cuidado las vistas que regala este lugar tan especial.
Un paisaje de 360°
El panorama más emblemático era obviamente Laguna Negra con el cerro Negro atrás. Del otro lado del cerro Manolo, enfrente, seguía otra parte del Bailey Willis con el cerro Capilla al fondo. Siguiendo esa línea, el cerro López, La torre Finó y el Magnat.
Hacia el Este el lago Nahuel Huapi, el cerro Goye y la cadena de filos que siguen al Bellavista, hasta el cerro Navidad. Atrás de esas laderas, la Princi del Catedral, el Tres Reyes y un etc. einfinito.
Decía que “recorría con cuidado”, porque la cumbre está rodeada por acantilados. No podía distraerme y perderme en el paisaje.
De regreso
El regreso, claro, tuvo nuevas emociones.
Quise evitar ese primer destrepe pasando cerca del filo y resultó en el hallazgo de una ventanita. Que me permitió pasar del lado sur y sombrío del filo, al norte, para emerger de nuevo al sol y un tránsito más tranquilo hacia la ruta de descenso.
No mates a nadie
De nuevo en el col hice el descenso final al sendero a Laguna Negra con muchísimo cuidado.
Es que a esta altura del día ya había más gente caminando y desde arriba noté al pedrero como un embudo directo y suelto de rocas. Resultaba muy peligroso. De nuevo, cualquier paso desmoronaba una piedrita que tocaba otra y otra…
Llegué al sendero y me sentí muy bien.
No había aplastado a nadie.
Todavía tenía tiempo y piernas así que subí a Laguna Negra. Solamente para cumplir. Con algunos tramos de nieve y esperando algunas filas de personas llegué al borde de la laguna. Viento frío y un paisaje súper conocido.
Como de costumbre, usé un track de Luca para no pifiarla.
No hice un video largo de la subida al cerro Marino. La verdad es que no anticipé tanta aventura y apenas filmé en vertical con el celu y un modo cuadrado que tiene la GoPro.
Así que terminé haciendo una serie de shorts para Youtube que estoy subiendo de a poco. Los estoy poniendo en una lista de reproducción:
Muy bueno , da placer verte disfrutar de tus experiencias .
😉 gracias Richard
“Así que busqué un sendero tranquilo y conocido pero con alguna variante nueva… No podía haberle errado tanto a la estimación del Cerro Marino.”
Same!!!! No sé si te acordas que nos conocimos justo el día anterior a nuestro primer pegue (y único, por el momento) al Marino. Y nos pasó igual!!! Mismos miedos! Casi nos enriscamos al intentar a bajar por donde no era, hasta llegué a imaginarme con una pierna quebrada antes de decirle a Yeni “no, por acá no seguimos, subamos de nuevo y busquemos el camino por el que vinimos”. (También teníamos el track de Luca pero veníamos haciendo la nuestra). Pero, pero… peor que sentirnos en riesgo nosotros destrepando, fue emprender la bajada hacia los caracoles y temer por los demás por las caídas de piedras, tal como decís!
Igual me parece una de las cumbres más hermosas que subí. 🙂 Qué bueno que hayas subido, Janis! Si avisabas te iba a encargar (?) subir una lata nueva! jajajaja!
Me quedo tranquilo de que la caída de rocas también lo pueden ocasionar gente con más capacidad.
Pensaba, pero qué pancho, cuánto me falta para caminar como Kung Fu sobre papel de arroz y no como un elefante en un bazar.
Sí, una de las vistas más lindas. Pero, creo que es porque uno parece estar en una foto familiar. Se reconoce casi todo alrededor.
¡Gracias por el mensaje Caro!